El acumulado”poder vertical” del presidente del Municipio de Querétaro, Marcos Aguilar Vega hace que la estructura orgánica (política-administrativa) de esa demarcación descanse únicamente sobre él y para él; no tiene contrapesos al interior de esa institución capitalina.
Mucho menos sucede en el propio Cabildo, que le honra indeclinable respeto y temor absoluto.
El proceso de toma de las importantes – o relevantes- decisiones sólo priva el absolutismo de Aguilar Vega; la democracia no existe ahí.
¿Para qué? Si lo que se pretende es que el ejercicio de la impunidad y de la corrupción no pueda ser impedido por nadie.
De esa caótica manera no se puede conseguir el respeto de los suyos, ni tampoco de la ciudadanía que ilusamente votó por él; ahí están las perniciosas consecuencias y los yerros que muchos conocemos.
La fuerza (y artimañas) políticas de Marcos Aguilar Vega son evidentemente asimétricas a lo que la buena y positiva gobernanza dicta llevar a a cabo; donde tendría que existir el ejercicio de las “buenas prácticas” político-administrativas, haciendo a un lado discordias y divisiones internas.
Por cierto, no ha sido nada fortuito la gran cantidad de cambios de funcionarios públicos de “primer nivel” que en breve tiempo han desfilado por las oficinas del Centro Cívico y de las propias Delegaciones políticas.
¿Serán acaso signos de no saber delegar funciones y sobre todo, de no elegir a los servidores públicos y mejor preparados?
