Las mujeres no entramos en el espectro de colores que el presidente puede percibir. Somos invisibles para él, nuestra sangre es incolora.
Mientras el cuerpo de la pequeña Fátima era descubierto en una bolsa de plástico, el presidente afirmaba que los delincuentes son seres humanos y merecen respeto. “Lamentable” fue la única palabra que el presidente pronunció al ser cuestionado por un periodista sobre el caso, le tomó más tiempo y muchas más palabras encontrar en el modelo económico neoliberal (qué sorpresa) la razón de la descomposición social y llamar a las feministas a no dañar las puertas y paredes de Palacio Nacional, “con todo respeto”, eso sí.
Pero no son palabras lo que los mexicanos demandamos del presidente, sino acciones que conduzcan a resultados.
Cada día debemos enfrentarnos, a través de los noticieros, al hecho de que una mujer fue violada: en su casa, en la universidad, en un autobús, en el metro, incluso en una agencia del ministerio público, como ocurrió en la alcaldía Cuauhtémoc en agosto del año pasado, cuando una mujer presentaba su denuncia, por el propio policía que le tomó declaración. Sin embargo, por increíble que parezca, hay miles de mujeres menos afortunadas que las que pasan por esta bestial experiencia, aquellas que luego de ser agredidas sexualmente, son asesinadas. El catálogo de muertes en inhumano. La muerte de Ingrid Escamilla, de apenas veinticinco años, ocurrido hace unos días en la colonia Vallejo, resignifica el término feminicidio, la saña con la que fue asesinada pone de relieve el móvil que da origen al feminicidio: el odio. Morir por ser mujer, en manos de un hombre.
La frivolidad y la falta de sensibilidad en el tratamiento de la noticia, así como la descarada difusión de las imágenes del crimen marcan una alarma más, no importa lo brutal que haya sido el asesinato, en nuestro país, te pueden faltar al respeto aún después de muerta.
Pero para nuestras autoridades llamar a las cosas por su nombre constituye un esfuerzo injustificado, ¿para qué tipificar el feminicidio, si no lo entendemos?
Cómo hacer entender a nuestro presidente la urgencia de su atención a los crímenes por razones de género, si borró de un plumazo las estancias infantiles que permitían resguardar a sus hijos mientras trabajaban, a mujeres que lo hacían para darles sustento y educación, porque son jefas de familia. Si eliminó, desde su escritorio, los refugios para mujeres violentadas. Si la muerte de cada mujer le representa un “golpeteo político” orquestado por los conservadores.
Los ciudadanos empezamos a cansarnos de un mandatario lleno de excusas, más conmovido por la sentencia de el Chapo Guzmán que por la horrorosa muerte de una chiquilla de siete años, más presto a apoyar el traslado de la madre del patéticamente célebre mexicano que de apoyar a una familia a recuperar el cuerpo de su niña, quien seguramente no entendería la palabra “neoliberal” o la frase “golpeteo político”.
Resulta ocioso preguntarse por qué un hombre recorrería cada rincón del país durante dieciocho años, por qué pelearía encarnizadamente la presidencia, para, una vez habiéndola ganado, nos haga perderlo todo.
Esta vez se equivoca, señor presidente. Fátima nos importa a todos, nos duele a todos. Para usted, el fraude más grande ocurrió en 2006 cuando perdió la presidencia, para nosotros ocurrió ayer, cuando cerró los ojos.
¿Alguien conoce una frase más vacía e imprecisa que: “bienestar del alma”?, dicho sea, claro, con todo respeto.
Mayra Portillo
@PortillogMayra
