En el contexto actual, los jóvenes enfrentan un panorama económico cada vez más complejo. Con el avance de las nuevas tecnologías, el impacto de la globalización y las transformaciones en los modelos de producción, es importante que las nuevas generaciones adquieran una sólida base en economía. Diversos economistas y centros de estudio, como el Instituto Mises, buscan proporcionarles herramientas para comprender mejor los principios del mercado, la intervención estatal y los desafíos del socialismo.
A través de cinco lecciones clave, se puede fomentar una mentalidad crítica y analítica permita a los jóvenes enfrentar las decisiones económicas con conocimiento y autonomía. Para contrarrestar esta tendencia, se desarrolló una serie de conferencias basadas en el libro “Lessons for the Young Economist”, escrito por Robert Murphy, con el objetivo de formar a las nuevas generaciones en los principios de la economía austríaca.
Como primera instancia, “pensar como economista” es fundamental para entender el mundo. Los economistas estudian sobre las personas y la utilización de recursos limitados para satisfacer sus necesidades. Este enfoque ayuda a comprender fenómenos como los costos de oportunidad surgen al elegir un curso de acción en lugar de otro. Esta visión crítica permite identificar errores en la política económica, y la falsa creencia de la destrucción, ya sea a través de catástrofes o políticas estatales, genera crecimiento económico. Tanto Henry Hazlitt y Frederic Bastiat resaltaron la importancia de este concepto, desmitificando la idea de que los desastres impulsan la economía.
Otra lección clave es la “división del trabajo y la especialización”. Es considerada por Ludwig von Mises como uno de los mayores logros de la civilización. Sin embargo, al especializarse en tareas en las que se tiene una ventaja comparativa y comerciar con otros, se incrementa la productividad. Este proceso permite elevar los niveles de vida por encima de la mera subsistencia, minimizando los costos de oportunidad al enfocarse en lo que se puede hacer de manera más eficiente.
Por otro lado, el tercer principio importante es la “contabilidad de pérdidas y ganancias”, esencial para organizar la producción de manera racional. Los empresarios, al tomar decisiones sobre producir, basan sus elecciones creyendo que los consumidores necesitarán. Las ganancias indican que los recursos se están utilizando correctamente, mientras las pérdidas señalan deben corregirse los errores. Este mecanismo, inherente a la economía de mercado, fomenta la eficiencia y permite satisfacer mejor las necesidades de la sociedad. Sin embargo, las intervenciones gubernamentales distorsionan este proceso y afectan negativamente la economía.
Asimismo, el cuarto aprendizaje es comprender los “fracasos del socialismo”, la teoría de Murphy, están en bancarrota tanto en la práctica como en la teoría. Los defensores del socialismo argumentan, este sistema puede funcionar si los individuos adoptan una mentalidad colectivista y desinteresada, pero este argumento no resuelve el problema de organizar la producción de manera eficiente. En las economías de mercado, esto se logra mediante la contabilidad de pérdidas y ganancias, algo que el socialismo no puede replicar.
Finalmente, la “inflación” es un fenómeno económico genera confusión. Tradicionalmente, la inflación se refería a un aumento en la cantidad de dinero en circulación, pero hoy se asocia más con el alza de precios. Esta distorsión en el lenguaje oculta las verdaderas causas de la inflación, no son simplemente el aumento de precios, sino la emisión de dinero sin respaldo. El impacto negativo de la inflación es significativo, y perjudica a aquellos más alejados del punto de creación del dinero, desalienta el ahorro y distorsiona la economía, creando ciclos de auge y recesión, afectando la estabilidad económica.
NotiPress/Noelia Acuña