Llamar “crisis política” a la pantomima montada en el Congreso del Estado no es solo generoso, sino un ejercicio de temeraria distorsión de la realidad. Dicha etiqueta no abona en absoluto a la claridad que debe prevalecer entre los actores implicados.
Para empezar, la supuesta crisis no es tal. Su origen y su solución son de naturaleza estrictamente aritmética, y por ello, su desenlace reviste una sencillez casi párvula. Si el Pleno de la Legislatura está compuesto por 25 diputados, la lógica nos dice que 13 es mayor que 12. Así de simple. MORENA y sus aliados suman hoy 13 votos, mientras que el PAN y los suyos se quedan en 12. Es matemática pura que no acepta interpretaciones subjetivas ni narrativas victimistas.
Pero si lo anterior no fuera suficiente para despejar absurdos, basta con examinar de qué depende la hegemonía de las fracciones. La diferencia sustancial radica en que los primeros 13 escaños juegan bajo el concepto de la 4T, huelen a futuro político y, por ende, su alianza está ligada a un proyecto de largo aliento. Ningún acuerdo a corto o mediano plazo pondrá en tela de juicio, al menos, tres años más de estabilidad para sus proyectos personales, sin contar con el inminente riesgo de linchamiento interno por parte de “La Tribu” si alguno decide desertar.
En contraste, la supuesta “alianza” opositora está sujeta a la heterocromía propia de sus integrantes. Este coctel de intereses dispares no garantiza que los acuerdos presentes prevalezcan en el futuro; de hecho, su duración no está asegurada ni para el fin de la mesa directiva que se disputan.
Para los priistas, las cartas están echadas: no habrá una alianza con el PAN a menos que la candidatura sea para Ricardo Anaya, lo cual condiciona su registro estatal y los deja a merced del mejor postor en un instinto de mera supervivencia.
Y si hablamos de Movimiento Ciudadano (MC), resulta complejo y hasta estúpido que quienes pretenden vender su marca como la “tercera vía” en el Estado sigan comprando “changos ajenos” y compartiendo agenda con los que llaman “partidos tradicionales”, asumiendo sus cargas y sus negativos históricos. Es una estrategia autodestructiva.
La conclusión es inevitable y simple: sea hoy, mañana o en un mes, MORENA y sus aliados serán mayoría simple. Ganarán cualquier votación que se rija por ese principio. Lo demás, es ruido, teatro y una burda farsa mediática que busca disfrazar la derrota con el lenguaje grandilocuente de una “crisis” inexistente.
“Lo que ha de ser, no puede faltar.”
Un Desgaste que el Ejecutivo Debe Evitar.
La variable que queda por despejar en la ecuación del Congreso es, sin duda, quién capitaliza el desgaste. La lógica política se invierte de manera peligrosa: el conflicto nace y se alimenta en el Legislativo, pero es el Ejecutivo quien carga con el costo mediático y político. Asistimos a una gestión de hechos donde el gobierno desvía su atención hacia un tema que, por naturaleza, tiene fecha de caducidad y un destino final en la esfera judicial.
Este enfoque no aporta beneficios directos y, por el contrario, representa una distracción costosa. Al invertir capital y tiempo en una pugna ajena, el Ejecutivo complica su propia agenda en temas de imperiosa trascendencia, como la aprobación del Presupuesto de Egresos y las tablas de valores. Estratégicamente, el gobierno tendría que zafarse de esta trampa: permitir que el Legislativo resuelva sus propias tensiones internas y, de ser necesario, dejar que la controversia siga su curso hacia el Poder Judicial, que actuará como árbitro sin involucrar directamente al Palacio. Solo al recuperar el foco en su propia agenda y desvincularse de esta reyerta, el Ejecutivo podrá evitar que la Oposición siga capitalizando el desgaste con costo cero.
“Quien se mete a redentor, muere crucificado.”
La Cruda Geometría del Poder.
Y aquí es donde el análisis debe despojarse de fantasía. Hablamos de la variable del desgaste, de quién se beneficia de la trampa institucional, pero es imperativo recordar la verdad fundamental de este oficio: en política no hay traidores ni traicionados, solo actores moviéndose en función de la pulsión cruda del poder.
Quien intenta agregar tintes morales o divinos a esta actividad puramente humana está destinado a sufrir las consecuencias. Olvídenlo: aquí no existen las enemistades eternas ni los acuerdos perennes. Lo que hoy es cumbre, mañana es abismo; lo que hoy parece puñal, mañana es abrazo.
Si los asesores no lo ven así, están agregando un romanticismo peligroso a una ecuación regida, única y exclusivamente, por la conquista y la retención del poder.
“No hay más ley que la ley del deseo”.
Como siempre, la mejor opinión es la de usted y recuerde, no me crea a mí, créales a sus ojos; y si no le gusta lo que escribo ¡No me lea! Por favor, no me lea, no se mortifique.
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