Investigaciones recientes comenzaron a destacar un fenómeno cotidiano con efectos poco explorados: el impacto del canto de los pájaros en la salud mental. Desde entornos naturales hasta ciudades densamente pobladas, distintos estudios identiciaron beneficios psicológicos vinculados a la exposición auditiva a estos sonidos.
En 2022, un equipo de científicos publicó en Scientific Reports los resultados de un seguimiento a 1300 personas durante dos semanas. Se pidió a los participantes que registraran su estado emocional tres veces al día, junto con observaciones sobre su entorno inmediato. Los investigadores hallaron que “tenían una sensación de bienestar mental significativamente mejor” cuando reportaban haber visto o escuchado aves. Este efecto positivo se mantenía incluso después de considerar otros factores, como la presencia de vegetación o agua.
Durante un segundo estudio del mismo año, con 295 participantes, se evaluaron las reacciones al escuchar cantos de aves mediante audífonos. Según los autores, quienes estuvieron expuestos a seis minutos de sonidos naturales “informaron sentirse menos deprimidos, ansiosos y paranoicos“. Además, se encontró que una mayor variedad de especies intensificaba los beneficios, mientras que la exposición a ruido urbano incrementaba síntomas negativos.
Investigadores de la Universidad Politécnica Estatal de California realizaron una prueba similar en Boulder, Colorado. Mediante altavoces camuflados, emitieron grabaciones de cantos en tramos específicos de senderos naturales. Clinton Francis, autor principal del estudio, explicó que “las personas que experimentaron el ‘coro fantasma’ sintieron una mayor sensación de restauración cognitiva”.
Los científicos proponen que estos sonidos actúan como señales de tranquilidad en el entorno. Francis mencionó que “te das cuenta de que todos los pájaros han dejado de cantar. Esa es una señal de que puede haber un depredador u otra fuente de peligro cerca”. Esta asociación ancestral entre canto y seguridad podría explicar parte del efecto calmante.
Desde la psicología ambiental, Cindy Frantz, especialista del Oberlin College and Conservatory, indicó: “estamos programados para querer conectar con las cosas”. Afirmó que las áreas cerebrales que usamos para vincularnos socialmente también operan al interactuar con la naturaleza, incluidos los pájaros.
Frantz también señaló: “la naturaleza no tiene por qué ser extensa ni prístina” para generar una conexión significativa. Sugirió instalar comederos o utilizar aplicaciones como Merlin Bird ID, que identifican especies mediante su canto. Aprender a reconocer estas voces puede fortalecer el vínculo emocional y ampliar los efectos positivos.
Aunque los mecanismos neurológicos aún están en estudio, la evidencia acumulada respalda la hipótesis de que los cantos de aves pueden ofrecer una forma accesible de mejorar el bienestar emocional en la vida cotidiana.
NotiPress/Martín Olivera
