Me es grato escribir sobre el patrimonio de Querétaro, y sobre todo, de aquellos detalles escondidos, o poco perceptibles que se encuentran en nuestra Ciudad.
En esta ocasión, me referiré a un tramo de la infraestructura hidráulica conocida popularmente como “El Acueducto”, y en particular, a una pequeña arquería que ayudó a salvar una leve depresión natural del terreno, en las cercanías de la Ciudad.
La semana pasada escribí sobre el monumento conocido como el “Pan de dulce”, que se construyera a la vera del Camino Real; justo debajo del mismo, pasa la atarjea construida por el Marqués de la Villa del Villar del Águila, como parte de la obra para la introducción del agua dulce a la Ciudad, misma que se comenzara a edificar en enero de 1726, con la construcción de la alberca. El Marqués aprovechó la solidez de la atarjea para cimentar la mojonera mencionada.
“La caja de agua”, no era otra cosa más que una poza o reposadero de agua para limpiarla; eran “desarenadores” que tenían por objeto retener arcillas, arenas, y objetos de naturaleza extraña barridos por la corriente y, los cuales, eran drenados mediante un tapón. Otro beneficio era el que se aereaba el agua para oxigenarla, que se le quitaran los malos olores, y aportarle un efecto de sifón para que continuara su conducción. El caudal que registraba al momento de su inauguración en 1738, fue del orden de los 30.5 lts/s.
Este es el interior de la caja de agua mencionada, la cual se encuentra en un estado precario de conservación. Todavía se aprecia la atarjea que la alimentaba, y el reposadero de aguas. Habrá que incidir para que el INAH realice su restauración, so pena de que luego sean irreversibles los daños sufridos al través del tiempo.