Hoy en día es un imperativo estratégico entender la relevancia de la Inteligencia Artificial (IA). La Inteligencia Artificial es una categoría analítica acuñada por John McCarthy del MIT en 1955. La IA ha dado un giro copernicano a las tareas tradicionales del quehacer humano. Ha revolucionado exponencialmente nuestro mundo. De una manera sencilla podemos definir a la IA como la capacidad de una máquina para imitar el comportamiento humano define a la IA, o como precisa la Organización Mundial de Propiedad Intelectual (OMPI) es “el conjunto de sistemas automatizados diseñados para realizar tareas típicamente asociadas con la inteligencia humana o funciones cognitivas” . Es claro que lo anterior está basado en algoritmos, que no son otra cosa que un conjunto ordenado y finito de operaciones, que permiten encontrar la solución de un problema por medio de una secuencia de pasos que arrojan un resultado de acuerdo con ciertas condiciones variables. Dichos algoritmos son esenciales para el funcionamiento de las computadoras, pues son la única manera de procesar los datos que provienen (de la memoria, del procesador, de los sensores, etcétera) del sistema operativo u otros programas de cómputo o de otras computadoras para realizar una acción e informar de un resultado.
Es evidente que la capacidad exponencial de la IA para aprender todo tipo de información, sistematizarla, identificar patrones y así tomar decisiones autónomas, se ha convertido en un ente omnipresente en el mundo digital del presente y futuro de la humanidad. Aunado a todos esos hechos, se debe tener en cuenta los planteamientos de Stephen Hawking al respecto de nuestra nuevas realidades tecnológicas. Ideas que comparte también el ex-vicepresidente de Google, Geoffrey Hinton al afirmar que: “Si hay alguna forma de controlar la inteligencia artificial, debemos descubrirla antes de que sea tarde”.
Considero que los conflictos mundiales han sido factores fundamentales que han fomentado, acelerado e impulsado la generación y aplicación de tecnología bélica basada en IA. Hoy en día, la IA está teniendo un gran impacto en la formulación de las políticas públicas tanto nacionales como internacionales, en el comercio, la economía, la política, la cultura, la mercadotecnia, la justicia, la comunicación, la educación y la salud, entre otros sectores claves, pues vivimos en un mundo global.
La IA nos obliga a reflexionar sobre los desafíos, pugnas y disputas geopollíticas y geoeconómicas que se dan, entre países y empresas, en la fabricación de chips para su uso regular y en especial para la utilización en la IA.
Algunos sectores privados y públicos han utilizado a la IA para desinformar y divulgar mensajes falsos deliberadamente con una falta de ética. Un ejemplo es el conocido caso de Cambridge Analytica que desarrolló mensajes personalizados, en forma de memes y formatos de consumo rápido, con la finalidad de manipular a los votantes de varios países de EE.UU, Australia, India, Kenia, México, Reino Unido etc. El uso de esta tecnología puede minar la confianza y la autenticidad en la información y las interacciones humanas. Al respecto Paola Villarreal, experta en el tema, se pregunta ”¿logrará la denominada IAGen inteligencia artificial generativa, fuerte, o completa como se le conoce, tener la capacidad de entender, aprender y aplicar conocimientos de manera similar a un ser humano, en una amplia variedad de tareas cognitivas?”. La respuesta no es simple, en virtud de que la IA es la síntesis de un proceso complejo y de multiusos, de tecnologías utilizadas en sistemas de IA.
Las nuevas tecnologías, y la IA dentro de ellas, están desempeñando un papel crucial en el desarrollo de las naciones. La IA debe centrarse en mejorar las capacidades humanas, en la empatía, en la ética, en la seguridad y en la confianza. La IA debe utilizarse para el beneficio de la supervivencia y la prosperidad de la humanidad. No para su destrucción.
Además, muchos países siempre encuentran excusas para iniciar guerras. Pues las naciones por falta de tolerancia, por la supuesta defensa de valores, sean democráticos o no, esconden la codicia y el cinismo. Crean, fabrican, inventan guerras, se habituan a ellas y luego no saben como terminarlas. Sin duda, vivimos un mundo convulso. Vivimos tiempos de contradicciones e incertidumbre. La tecnología creada, en este caso la IA, para acercarnos y servirnos de ella, pareciera que es usada para alejarnos y confundirnos y confrontarnos. Me niego a ello.
Es claro que los conflictos mundiales han sido factores fundamentales que han fomentado, acelerado e impulsado la generación y aplicación de tecnología bélica basada en IA. Así, hoy en día, la IA está teniendo un gran impacto en la formulación de las políticas públicas tanto nacionales como internacionales, en el comercio, la economía, la política, la cultura, la mercadotecnia, la justicia, la comunicación, la educación y la salud, entre otros sectores claves, pues vivimos en un mundo global.
La IA no es nuestra enemiga. No hay que subestimarla. Debemos insistir en tener el control del ser humano sobre ella y el uso de los chips altamente sofistifacos utilizados para la creación de IA. El problema de ésta es que no tiene que rendir cuentas a nadie. Como humanos tenemos valores y ética, en tanto la inteligencia artificial no los tiene. Es el desafío que tenemos frente a ella. Pues el objetivo esencial debiera ser siempre el buscar el beneficio de la humanidad para su bienestar y, al mismo tiempo combatir, a través de la digitalización, la delincuencia organizada, el tráfico ilícito de personas y armas, los delitos financieros y la corrupción, los ciberdelitos, el terrorismo,etc.
Algunos expertos manifiestan abiertamente que la única forma de complementar los datos reales o fidedignos es con información sintética, donde la IA pueda crear datos de entrenamiento. Con estos, la IA podría evaluarse a sí misma y crear un auto proceso de aprendizaje. El problema, ahora, es que algunos connotados personajes como el nuevo Presidente de EE.UU Donald Trump, y el Jefe del Departamento de Eficiencia gubernamental de EE.UU, Elon Musk avalan lo anterior. Lo que resulta evidente es que sin una autoridad imparcial y especializada que vigile el uso seguro y ético de la IA, la sociedad internacional podría correr riesgos imponderables. Pues, el desarrollo de la IA , sin controles, podría traer el mal uso de la misma.
Teniendo en mente todo lo antes planteado, el presidente Donald Trump, desde el primer día de su segundo mandato -20 de enero de 2025- decidió lanzar un programa denominado Stargate. Al respecto, Elon Musk, dueño de Tesla, SpaceX, cofundador de OpenAI y Jefe del Departamento de Eficiencia gubernamental de EE.UU, ha señalado su escepticismo sobre el proyecto Stargate, empresa cuyo objetivo es convertir a EE.UU en líder en IA. Con tal propósito el Donald Trump anunció la creación de Stargate, una empresa conjunta entre OpenAI, creadora de ChatGPT, SoftBank y Oracle, para invertir 100 mil millones de dólares en infraestructura que impulse la IA. Lo que beneficia a las tecnológicas como Oracle, Nvidia, SuperMicro, Microsoft, Dell, Amazon, Meta, Apple y Alphabet. Resulta claro que el escepticismo y críticas provenientes de Musk están motivados por la competencia que representa Stargate para los propios proyectos sobre IA que tiene Elon Musk. Sin duda, todo ello resalta las tensiones ya existentes al interior del segundo mandato de Trump. También nos hace ver que esas mismas nueve empresas transnacionales, cuyos CEO´s fueron invitados VIP a la toma de posesión del segundo mandato presidencial de Donald Trump, serán el equilibrio para balancear la influencia de Elon Musk.
Es indispensable avanzar en la regulación y en el comportamiento responsable de los Estados en el ciberespacio, pues sólo si la comunidad internacional entiende la relación entre la IA y los conflictos en el ciberespacio, como un fenómeno global, se podrá avanzar realmente hacia una regulación significativa. El objetivo es el de lograr estabilidad, certidumbre y gobernabilidad internacional duradera.
Es relevante remarcar que la IA hace juicios estratégicos sobre el futuro, algunos basados en información recibida y acumulada a través de códigos. Por ello, el ser humano debe ser cauteloso pues la IA se podría sobrepasar y calcular mal la reacción humana y llevarnos a un conflicto artificial o en su momento a un conflicto regional o mundial. Esto en virtud de que la IA no tiene valores éticos. Es evidente que la IA fomenta el conocimiento humano pero no el entendimiento humano. La IA hace juicios probabilísticos basados en patrones y tendencias, pero no necesariamente siempre serán precisos y que reflejen resultados verídicos del mundo, hechos que podrían desestabilizar todo, desde las amistades personales hasta la disuasión nuclear en el mundo convulso en que vivimos.
Todo lo antes escrito nos obliga a reflexionar sobre la importancia de la IA, sus beneficios, su uso múltiple en el mundo global de hoy, y los desafíos a los que nos enfrentamos. Estoy convencido que nada puede sobrepasar el contacto humano visual y corporal, y la IA nunca podrá automatizar el calor humano de un abrazo o un beso.
Termino con unos planteamientos finales que nos ayuden a reflexionar sobre el mundo global en que vivimos. Jean Monnet dijo alguna vez: “Nada pasa sin el hombre”. Hoy yo diría, “Nada pasa sin la gente” o como lo planteó Publio Terencio: “Nada de lo humano me es ajeno”. “Son los vientos de cambio” diría Anthony Eden. O como dijera Charles Darwin, “Las especies que sobreviven no son las especies más fuertes, ni las más inteligentes, sino las que se adaptan mejor a los cambios”.