Un grupo internacional de investigadores anunció el descubrimiento de una nueva especie de cocodrilo prehistórico en la Patagonia argentina, descrito a partir de un cráneo y un esqueleto parcial hallados en la Formación Chorrillo. El estudio fue publicado el 27 de agosto de 2025 en la revista PLOS One y reveló que este reptil, denominado Kostensuchus atrox, habitó la región hace unos 70 millones de años y poseía más de cincuenta dientes afilados y aserrados comparables a los del Tyrannosaurus rex.
Los fósiles fueron encontrados en a unos 30 km al sur de la localidad de El Calafate, en el sudoeste de la provincia de Santa Cruz, por especialistas del Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia, junto a colegas de Brasil y Japón. El paleontólogo Diego Pol, investigador del CONICET y uno de los responsables del hallazgo, explicó que este cocodrilo era un depredador hipercarnívoro. “Dientes comparables a los del T rex“, señaló Pol, y añadió que el animal “podría partirte en dos con un solo mordisco”.
El hallazgo se produjo en marzo de 2020 durante una expedición encabezada por Fernando Novas y Marcelo Isasi. El cráneo fue detectado por Isasi tras reconocer dientes de gran tamaño incrustados en la roca. “Inmediatamente miré hacia arriba y vi una fractura en la roca con una silueta inconfundible, y dije: ‘¡Es un cráneo!’”, recordó el investigador. Además del cráneo, el equipo recuperó parte del esqueleto, que resultó ser uno de los ejemplares más completos de su tipo en el registro fósil.
Los restos fueron trasladados a Buenos Aires en medio de la pandemia de Covid-19. El propio Novas rememoró ese momento: “Recuerdo la fila de camiones que transportaban a los exploradores, el equipo de campamento y los valiosos fósiles nuevos, viajando solos como en una película de ciencia ficción”. Durante meses, los investigadores trabajaron en laboratorios improvisados para liberar los huesos de las rocas y reconstruir la anatomía del reptil.
Según los estudios realizados, el Kostensuchus atrox medía alrededor de 3.5 metros y pesaba unos 250 kilogramos. Su cráneo de 50 centímetros y dientes de hasta cinco centímetros lo convertían en un depredador formidable. La estructura de sus extremidades delanteras sugiere adaptaciones que podrían haberle permitido moverse por tierra firme, aunque algunos especialistas externos al estudio advirtieron que faltan pruebas concluyentes sobre su locomoción.
El ejemplar pertenece a la familia extinta de los peirosaurios, un grupo de cocodriliformes que vivieron en tierra firme y se extinguieron junto con los dinosaurios hace 66 millones de años. Según la paleontóloga Stephanie Drumheller-Horton, quien no participó en la investigación, “se trata de un fósil realmente hermoso procedente de una parte muy poco común y poco conocida del árbol genealógico de los cocodrilos“.
NotiPress/Martín Olivera
