La reciente visita de la presidenta Claudia Sheinbaum a #Querétaro dejó mucho más que un anuncio de apoyos o una fotografía protocolaria. Dejó una imagen clara de lo que ocurre cuando la política se ejerce con responsabilidad, visión de Estado y respeto mutuo. En un país marcado por la polarización y el cálculo electoral permanente, fue refrescante ver a dos líderes de distinto origen partidista actuar con altura de miras y poner por delante el interés común.
El gobernador Mauricio Kuri volvió a demostrar por qué Querétaro se ha consolidado como un referente nacional en gobernabilidad, inversión y crecimiento. Recibió a la presidenta con institucionalidad, dialogó sobre proyectos clave como el tren México–Querétaro, la seguridad y el desarrollo social, y reafirmó algo que no todos parecen entender: que gobernar también implica colaborar con quien piensa distinto. La presidenta, por su parte, reconoció el trabajo del gobierno estatal y refrendó su disposición a trabajar de forma coordinada. A pesar de las diferencias ideológicas, ambos se encontraron en el terreno del pragmatismo y la responsabilidad.
Sin embargo, no todos los actores políticos parecen entender el momento que vive el país. Durante el acto celebrado en Amealco, un pequeño grupo de simpatizantes de Morena interrumpió la ceremonia tradicional con gritos en contra del proyecto hídrico El Batán. La presidenta tuvo que intervenir en dos ocasiones para exigir respeto y silencio. Que un grupo de su propio partido desafíe su investidura pública revela una fractura preocupante en la disciplina política de Morena.
Es evidente que mientras Claudia Sheinbaum busca tender puentes con los gobiernos estatales, particularmente con uno de los más exitosos del país, algunos liderazgos morenistas locales están más preocupados por posicionarse rumbo a 2027 que por respaldar la gobernabilidad. La grilla interna, el fuego amigo y el protagonismo mal calculado están debilitando no solo al partido en Querétaro, sino también la figura presidencial.
A esta falta de cohesión se suma el activismo prematuro de figuras como Santiago Nieto o Ricardo Astudillo, quienes aprovechan cada evento federal para placearse, declararse listos y vender cercanía con la presidenta. Mientras tanto, los temas de fondo (como la coordinación entre niveles de gobierno, el desarrollo económico y la solución a los retos hídricos) quedan relegados por intereses personales.
En contraste, el gobierno de Kuri sigue entregando resultados. Querétaro crece al doble del ritmo nacional, se mantiene como uno de los estados con mejor percepción de seguridad y sigue atrayendo inversión en sectores estratégicos. El manejo responsable de las finanzas, la política social y el orden institucional son marca de su administración. En lugar de buscar reflectores, el gobernador se concentra en construir y en mantener a Querétaro en la ruta del progreso.
La política nacional necesita más ejemplos como este: una presidenta que dialoga y un gobernador que responde con trabajo. Pero para que esa fórmula funcione, es indispensable que Morena haga su tarea interna. Porque de poco servirá que la jefa del Ejecutivo actúe con madurez si en su propio partido se imponen las ambiciones personales sobre el proyecto nacional.
Querétaro mostró en esta visita que sí es posible avanzar con diálogo y respeto. Ojalá que quienes se dicen parte de la Cuarta Transformación entiendan que los gritos, las pancartas y las deslealtades no transforman nada. Gobernar requiere cabeza fría, manos firmes y, sobre todo, respeto a quien encabeza el país.
