Bajo los escombros y la pila de cadáveres que la epidemia del COVID-19 dejará tras de sí, respira despacio, muy quedo y pausado, casi agonizantemente, ese espíritu humano que llevamos ignorando demasiado tiempo.
Estoy hablando del espíritu de humanidad, estoy hablando de la empatía, de la misericordia, de la unidad.
Durante nuestras respectivas cuarentenas hemos podido observar distintos fenómenos humanos, muchos de ellos deprimentes e insultantes como las piaras que hicieron de las compras de pánico y el acaparamiento de mercancías su nueva religión -como si no bastara con las que ya cargamos sobre los hombros-, demostrando que el único mal de nuestra especie es el egoísmo, también hemos visto cómo muchísimos gobiernos han hecho leña del árbol caído y, abusando de nuestra vulnerabilidad e ignorancia -infinitas por ese mismo y característico egoísmo- para manipular opiniones y tendencias, incrementar las batallas partidistas, territoriales, económicas y xenófobas y para hacerse de las riquezas que este tipo de situaciones representa, hemos podido ver cómo algunos individuos llevan su desesperación y su falta de criterio a los linderos del racismo y el clasismo, hemos visto berrear y suplicar a quienes siempre han despilfarrado, hemos visto el verdadero rostro de nuestra naturaleza, hemos atestiguado en todo el mundo, la materia de la que estamos hechos todos y sin excepciones y la pregunta urgente, obligada, necesaria es… ¿nos ha gustado lo que vimos en el espejo?… y me permito complementar… ¿te gustó descubrir cuan falsos hemos sido por tantos años los unos con los otros, incluso entre amigos y familiares?… ¿alcanzamos a comprender lo que esto significa en realidad?
Y si bien no todo es trágica miel sobre piedras -dicharacho cuarenteno-, también tuvimos la oportunidad de ver lo mismo que se ve en cada tragedia aislada, lo mismo que se puede ver tras cada fatalidad y desastre natural, un sentido de unión inigualable y, en este caso en particular -porque el asunto es de orden mundial-, inimaginable.
Actualmente podemos ver a las personas ofreciendo ayuda de todo tipo, financiera, alimentaria, de atención médica, psicológica, profesional y un largo etcétera de manera gratuita, estamos viviendo una falsa solidaridad que nunca antes habíamos visto y de verdad -querida sera humana, querido ser humano- espero que tengamos capacidad suficiente o reactivemos las neuronas necesarias –ni que fueran tantas- para entender que ese es el verdadero modo de llevar no las tragedias o las desavenencias, si no, la vida en general.
Sí, dije la vida en general, nuestro día a día, lo cotidiano.
Estamos siendo testigos y sin oportunidad de negarlo, de cómo la naturaleza recupera sus espacios con facilidad y rapidez, con naturalidad, estamos viendo de frente cuan grave es nuestra desmedida y acelerada presencia en este planeta, estamos palpando cuan nocivos resultamos los animales humanos al planeta, por primera vez en nuestras vidas podemos no sólo presenciar sino registrar y aprender pero sobre todo comparar nuestra existencia y nuestros procederes con un virus, sí, porque también nosotros resultamos virales en este planeta pero ojo que, la única diferencia entre humanidad y covid-19 radica en el agente al que afectamos, es decir que, el virus del virus le está brindando una nueva oportunidad a su anfitrión y a su vez, el anfitrión le está brindando una oportunidad al suyo… ¿me sigues en esta idea?, es decir que, de no prestar atención a lo que está sucediendo actualmente a nivel humano y planetario, de seguir actuando tan absurda y tontamente como lo hemos venido haciendo durante los últimos dos mil años, ciertamente confirmaremos cada teoría, tesis, postura y señalamiento dedicado a nuestra bípeda y nefasta existencia y entonces sí, no habrá marcha atrás.
Si tras el banderazo de salida de la contingencia de salud retomamos
nuestro tren de vida tal y como lo dejamos en pausa días o semanas antes, nada
cambiará y volveremos a respirar aires tan contaminados que resultaría ridículo
pensar en traer más criaturas al mundo alegando que es un acto de amor,
volveremos a mirar ríos tan cerdos y deprimentes que resultará ridículo pensar
en darle continuidad al proceso de saneamiento de las aguas que el propio
planeta ha iniciado tras la ausencia de humanos por doquier, volveremos a
consumir de todo inconscientemente y a producir toneladas de basura
innecesarias y a tirar todo nuestro dinero en frivolidades y banalidades y
volveremos a insultarnos los unos a los otros por nuestras preferencias deportivas,
políticas, sexuales, intelectuales y un enorme etcétera y entonces nunca nos
daremos la oportunidad a nosotros mismos de notar algo muy importante… el
covid-19 debe ser considerado un ensayo sobre los procederes, los actuares y
los reaccionares de futuras y mucho peores contingencias y situaciones, no
podemos olvidar, ya no podemos ignorar la crisis climática –imparable ya desde
hace años-, la crisis del agua y las crisis de salud que todo esto representará
y si seguimos sobre nuestro terco e imbécil tren de vida como hasta ahora, la
tragedia será de magnitudes bíblicas.
Por muchísimos años hemos leído y visto infinidad de memes y notas que nos repiten
y nos gritan y nos urgen a actuar y reflexionar sobre la situación ambiental y lo
único que hemos hecho al respecto, es ignorarlos olímpicamente y yo no entiendo
cómo es que millones y millones de personas se atreven a volver a casa y
abrazar a sus hijas e hijos a sabiendas de que no están haciendo nada por
brindarles un mundo mejor, que ni siquiera están preparados para afrontar una
crisis mayor a un covid-19 que tan solo matará un porcentaje menor de personas
en todo el planeta, no entiendo cómo carajos es que se atreven a seguirse
llenando la boca con la palabra amor, cuando todo lo que mastican y beben sabe
a vil irresponsabilidad.
No lo sé de cierto pero puedo suponer, quizás ya sea tiempo de posponer indefinidamente ese viaje a Disney para asegurarse al menos medio año de tranquilidad, de renta, de agua y de víveres para ti y tu familia, creo que ese nuevo auto que crees merecer o ese nuevo celular que añoras con toda tu alma bien pueden pasar a segundo plano para enfocar esos dineros extra en sembrar nuevos árboles, en involucrarnos en el saneamiento de aguas, en construir nuestras propias parcelas y dejar de explotar al planeta absurdamente, creo que ya es momento de voltear a ver a quienes más lo necesitan y comenzar a abandonar las grandes cadenas de supermercado, ropa, calzado y entretenimiento y visitar mercados, retomar espacios públicos, fomentar el comercio local, fortalecer la economía nacional y sobre todo, sacudirnos de perezas y egoísmos y comenzar a involucrarnos más en los asuntos políticos de nuestra localidad para aprender a exigir todo aquello que nos ha sido robado de las manos y que es nuestro legítimo derecho, creo que es momento de que la clase empresarial se dé cuenta de todo el daño que ha causado por medio de la explotación excesiva de los recursos Humanos de quienes se sirve y a quienes nunca ha tratado humanamente, creo que es momento de que la clase política reflexione y cambie el rumbo de sus iniciativas y “esfuerzos”, creo que es momento de que todos nos detengamos un instante a reflexionar que vamos directamente a un desfiladero del que nadie se podrá salvar, que nos lo han advertido miles y miles de veces y simplemente no queremos escucharlo o entenderlo porque seguimos creyendo que lo inmediato es lo verdaderamente importante, porque no estamos acostumbrados a sacrificar momentos, minutos, dineros y placeres por nada ni por nadie, porque creemos que necesitamos todo aquello que en realidad nos estanca más y más en nosotros mismos, en esa dinámica enfermiza y autodestructiva que, al final de todas las cuentas, nos coloca en lo más bajo de la cadena evolutiva –aunque no te agrade leerlo-
Basta pues de seguir siendo los seres humanos aletargados, sosos, absurdos, obtusos y negligentes que llevamos demasiado tiempo siendo y permitámonos ser esa nueva humanidad que merecemos ser.
Dime algo, ¿qué le dirías a tu hijo si te preguntara -ante toda tu incompetencia y ante toda la incompetencia demostrada por la humanidad durante esta epidemia- por qué y cómo llegamos a agotar nuestras reservas de agua –en un futuro casi inmediato- y por qué nadie quiso o intentó detenerlo y por qué nadie puede ya solucionarlo?
Antonio Andrade
Periodista, Poeta y Escritor mexicano miembro del Diccionario de Escritores Mexicanos del siglo XXI por parte de la FFyL de la UNAM

Excelente texto. Gracias porque refleja perfectamente el sentir y preocupación de muchos y hasta diría que desesperación.
A veces quisiera tener esperanza en la humanidad, pero cuando escucho las declaraciones de tantos, políticos, empresarios, dirigentes, en verdad siento ganas de llorar. Su ceguera es tal que no se enteran de que ni ellos se salvaran si esto se va al caramba. A veces siento que estamos atrapados, que no tendremos salida si no actuamos y modificamos nuestro actuaqr, pero ya. Ya vamos muy tarde.
Desafortunadamente si no aprendemos con esta sacudida, será muy tarde para todos.
Felicidades
Gracias por leer y comentar, en efecto, hay muchas cosas por observar durante y después de esta crisis de diseño….
Como siempre, tus escritos relevantes y sumamente interesantes.
“No hay nada más duro que la suavidad de la indiferencia”…Como seres humanos deberemos profundizar en nuestro interior para despertar y recuperarnos a nosotros mismos. Será difícil y no todos lo entenderemos, pero los que lo logren determinarán nuevos cimientos para optimizar nuestra existencia. Duro contra la indiferencia!!! Duro contra la conciencia!!!
Hola, gracias por comentar… así es, sabemos, muchos, qué es lo que se debe hacer y combatir, desafortunadamemte como se ha visto después del 2009, los terremotos, la “guerra” contra las instituciones criminales y varios asuntos.más… nunca entenderemos que debemos jalar.parejo, pero pos ni modo.
Reflexionar sobre la posible desaparición de la especie humana a causa de sus graves errores y procederes insanos, es privilegio de unos cuantos, grato es saber que no todos están ciegos, éso abre la puerta a la esperanza, la ilusión de que las generaciones venideras puedan evitar la hecatombe.