Llevaba tres horas pedaleando de subida, a la mitad del camino comenzó a llover. Desde que supe que Ecuador tenia volcanes y montañas con nieve no quería hacer otra cosa mas que estar frente a un paisaje con esa escénica nostálgica, quería sentir el frío en la piel, y hacer una gran foto, claro. Pedaleaba hacia el Volcán Cotopaxi, me quedaba “de camino” en la ruta; estaba abatido, no me había sentido así en todo el viaje, el aire no llegaba a mis pulmones tan fácilmente, me hiperventilaba con poco esfuerzo por la altura, “¡maldición!, ¿cuánto falta?”, en el camino se zafó mi parrilla de adelante, la arreglé bajo la lluvia, con las manos entumidas.
Al fin llegue: “zona de camping”, había una cabaña, una mujer se acercaba a la puerta con esa energía de salir, cerrar e irse… le alcancé a preguntar: “¿ya no venderán comida?”, ella cambió sus planes, se quedó, me sirvió y pude pasar; había un fuego que mantenía caliente el espacio, me acurruqué frente a él, no podía creerlo, pasé de estar mojado y con frío a tener café, sopa, fuego y compañía. Platiqué por horas con Yadira, ella se estaba capacitando para ser guía de turista en Ecuador, no solo eso, amaba las historias, ¡justo el tipo de persona que busco en cada nuevo lugar!; yo le conté leyendas de México y ella las de su tierra; ahí salió a la plática: “Baltazar Ushca, el último hielelo”, ¿cómo podía ser posible?, en algún momento leí que los hombres en la antigüedad bajaban el hielo de las montañas y volcanes para hacer helados, raspados, agua, etc… pues en un pueblo de Ecuador existía aún este arte, y estaba cerca de desaparecer, de no ser por el último hielero.
TENGO QUE IR, en el firmamento estaba ese encuentro.
Paso la noche, conversé con el volcán, hice mis fotos y me fui; abrazado por el bosque y la bajada, que el día anterior fue subida.
Me tomó dos días llegar a casa de Baltasar.
Sábado 27 abril.
-Hola, vengo buscando al hielero, Baltazar; quiero subir con él al volcán.
-Hola, ammmm, Baltazar no sube desde 2015…
Mi corazón se detuvo por instantes.
-pero…. su hijo es quien ha estado subiendo desde entonces… déjame le llamo…
Conocí así a Juan, el hijo y heredero de Baltazar, el nuevo último hielero, al menos mientras no dejen morir la tradición en su familia. Por temas personales Juan sólo podía subir hasta el próximo sábado, el sábado 4 de mayo.
Me brindaron un espacio para poner mi carpa en lo que llega ese día.
En esta espera pude viajar a Guano, un pueblo mágico, ahora Baltazar es guía en el museo, le cuenta a la gente su historia y su familia vende helados los fines de semana, los únicos helados del país hechos con hielo auténtico de hielo de volcán. Estuve en el pueblo todo el día, haciendo y editando fotos. Luego sucedió, lo vi, el rumor que me llevo a esta coordenada, salió del museo: Baltazar, lo miré, 1.50 metros quizá, y yo me sentía como si estuviera parado frente a la montaña misma, mi lado de reportero quería salir y por otro lado solo quise observarlo, su historia ya había sido contada en todos esos documentales y reportajes, no había nada que quisiera saber, solo lo miraba, le tomé un par de fotos y hablamos muy poco, yo me presenté y él también; tiene una sonrisa que transmite paz y sabiduría, no habla mucho pero vaya que ríe. Me costo entablar conversación profunda con él y honestamente tampoco buscaba forzar eso. Horas después empezó a llover, yo miraba la lluvia desde dentro del museo y él se paró a mi lado:
-¿por qué lloramos?- me pregunto, viendo la lluvia conmigo
-¿por tristeza?- respondí.
-lloramos por amor- corrigió.
Nos quedamos callados y seguimos viendo la lluvia. No hablamos más.
Yo sentí como si fuera un mensaje enviado por el dios del volcán, que ahora vive dentro de Baltazar, y reafirmé así que no necesitamos horas de plática ni retrospectivas y análisis para conocernos, para conectar con otro ser, para que florezca la complicidad.
Esa noche lloré con mi antigua compañera, cerrábamos ciclos; ese día se sembró una ceiba que vimos crecer en el pueblo del que salí en este viaje: Izamal, Yucatan, Mex.
Y ahora espero a que llegue el día en que subamos Juan y yo, para documentar la nueva historia del que es el nuevo guardián del legado ancestral de hiélelos del Volcán Chimborazo.