Por Eduardo ROLDÁN. Internacionalista, académico, analista politico y escritor.– La Organización Mundial de la Salud (OMS) anunció el 11 de febrero de 2020 la enfermedad del COVID-19 (corona virus disease 19). China fue el punto de origen de la pandemia cuando el Dr. Li Wenliang de Wuhan alertó, el 30 de diciembre de 2019, por primera vez sobre el surgimiento de la pandemia y al que no se le escuchó. Sólo hasta el 20 de enero de 2020, China aceptó declarar la emergencia del brote. Sin embargo, en la historia de la humanidad ha habido múltiples pandemias. Hoy enfrentamos al nuevo coronavirus SARS-Cov-2 que causa la enfermedad denominada COVID-19 generando la pandemia. Ésta es la peor, ya que es una combinación de guerra biológica, política, económica y psicológica. Además ha surgido en medio de una crisis histórica multidimensional y en un mundo sin estadistas.
En verdad es que al mundo le urge una renovación de sus liderazgos políticos y sociales. Está lleno de políticos que destacan por su pequeñez, algunos gobiernan grandes países, otros pequeños pero son igual de irrelevantes ante los grandes desafíos que enfrenta hoy la humanidad. Vivimos tiempos de democracias disfuncionales. Estamos en la era del “homo covidensis”
Líderes autócratas, ultranacionalistas, nacionalistas y populistas de muchos países decidieron seguir viviendo en una realidad alternativa, una realidad ficticia, un mundo paralelo al real, para no enfrentar la crisis pandémica y “no alarmar a sus conciudadanos”. De hecho tomaron esa decisión por no contar con los conocimientos mínimos del problema, por sus ineptitudes, por sus resentimientos, por despreciar a los científicos y a la ciencia, por su arrogancia, por su negligencia, por su falta de liderazgo, por sus erráticas decisiones sobre la pandemia, por nepotismos, por su voluntarismo autoritario, por su ceguera, por su tendencia a procrastinar, por su ignorancia y pobreza de espíritu y para “no dañar más sus proyectos políticos”. En si ya dañados y causados por sus propias acciones erráticas tomadas antes, durante y después de la crisis pandémica. Al respecto, Antonio Sola especialista en mercadología política sintetiza de una manera extarodinaria a los políticos que el mismo publicitó o promocionó: “Hemos creado monstruos de la imagen que terminaron por no responder a la identidad de sí mismos ni de las personas que los votaron. Durante años, desde la industria del marketing hemos creado productos basados en la imagen y eso, hoy, es una farsa comunicativa que está agotada”. El ese sentido comparto totalmente lo planteado por el Dr. Modesto Seara Vázquez cuando afirma: “Es inaceptable que pensadores anquilosados, o valetudinarios hombres de Estado, con un horizonte cronológico personal sumamente restringido, impongan al resto de la humanidad su miope visión del mundo”.
El resultado oficial reconocido es que sólo en América Latina se han dado más de 9 millones de contagiados por el COVID-19 (casi un tercio del total), 8 millones en EE.UU, de los más de 37 millones en el mundo. Sin embargo, de acuerdo a la OMS el coronavirus pudo haber afectado a un 10% de la población mundial lo que equivale a 760 millones de personas. Además, el mundo lleva más de un millón de muertos por COVID-19. Tenemos muchos muertos provocados por la globalización del desorden.
Hoy se viven tiempos de negar, desbaratar, degradar y engañar. Es indispensable levantar la voz y decir ¡basta a la estulticia! Lucio Vero escribió. “No lo digas si no es conveniente. No lo digas si no es verdad”. Lo contravengo y afirmo: Lo digo porque es conveniente. Lo digo porque es verdad. El ser humano debe exigir resultados y acciones concretas para resolver los graves problemas que confrontan las naciones hoy. Debe hacer a un lado las ilusiones manipuladas y dejar de creer en los magos políticos, de hoy en día, pues como decía el gran mago, Jamy Ian Swiss: “Ser mago es el oficio más honesto que existe, te promete que va a engañarte y eso es precisamente lo que hace”.
Llegó el momento de hacer una profunda reflexión, pues no nos podemos quedar callados y admirando la “magnífica desolación” como dijera el astronauta Edwin Aldrin al describir la luna. Y, sí, tenemos que profundizar en las palabras de Neil Armstrong al pisar la luna cuando afirmó: “ Es un pequeño paso para el hombre, un gran paso para la humanidad”. En este momento histórico tenemos que reinterpretar a Armstrong y avanzar a pasos veloces para erradicar a los irresponsables líderes de nuestras mentes y que rindan cuentas de sus actos.
Sin duda, el uso que una sociedad hace de las palabras es necesariamente reflejo de la calidad de su pensamiento. Por ello, más que una sociedad resiliente debemos pasar a ser una sociedad longánima, de “grandeza y constancia de ánimo en las adversidades”. De acuerdo a la Real Academia Española (RAE) la longanimidad es “la perseverancia, magnanimidad, nobleza, empeño, firmeza, insistencia, tenacidad, generosidad y la constancia del ánimo en las dificultades, desventuras, adversidades y toda acción que no es favorable ».(3) La longanimidad es la que nos debe mover en estos momentos de cambio de régimen y de época de la humanidad. Llegó el momento de convertirnos en una sociedad longánima.En suma, en el mundo hay múltiples asesinatos de conciencia cada día. La crisis del COVID-19 es un efecto, no la causa de nuestros males. Hay que combatir el crímen y no ser complacientes con el mismo. Hay que gobernar el crimen y no que éste nos gobierne. Existe el monopolio de la corrupción, de la riqueza y de la fuerza en medio de esta crisis sistémica. Hay otros que gobiernan a través del miedo o gobiernan por el miedo, la manipulación pública y la división: el “divide et impera” o «Διαίρει καὶ βασίλευε». Las divergencias exacerban el ambiente político-social. Resulta indispensable combatir la política del miedo para evitar que se vuelva crónica, se instale de manera permanente y destruya mejores perspectivas de futuro. Hoy se requiere generar consensos y no disensos.
