Por EDUARDO ROLDÁN. Internacionalista, diplomático, analista político y escritor.-A la diplomacia cultural se le enmarca dentro de la diplomacia pública. Ésta es un proceso de relaciones, acciones e interconexiones que se generan y promueven en una determinada población, en grupos sociales, en instituciones y en organizaciones en un país determinado por medio del cual se busca avanzar y promover los intereses, la confianza, la credibilidad y los valores de una nación determinada e interesada en lograr tal objetivo en un corto, mediano y largo plazo.
En dicho proceso se establece una relación directa con los entes sociales principales de la nación receptora de la diplomacia pública y preponderantemente a través de los medios de comunicación. Con tal fin se utilizan a los profesionales, sean o no agentes oficiales de los países promotores, tales como selecciones deportivas, artistas, intelectuales, académicos, empresas capaces de establecer un diálogo ante un público en el que se espera exista un cambio de conducta para obtener una opinión pública favorable a la nación promotora. En síntesis, como afirma Erik Rudeng, la diplomacia pública es el conjunto de acciones mediante las cuales los gobiernos se dirigen directamente a la población de otro país. En este sentido M. Leonard (2002a, 2002b, 2005) analiza en detalle los aspectos fundamentales de la diplomacia pública.
En esta tesitura se entiende a la categoría analítica de “poder suave” acuñada por Joseph Nye (2004). Este define al poder suave como “la habilidad de obtener lo que se quiere a través de la cooptación y la atracción”. En contraste al poder tradicional o el “poder duro”, al que se identifica con el uso de la coerción o la fuerza. “Una de las formas más comunes del llamado poder suave en las relaciones internacionales, es la diplomacia cultural que permite, a través del intercambio de ideas, información, valores, sistemas, tradiciones y creencias, fomentar el entendimiento mutuo entre las naciones”. (Montiel, 2010, 3). En ese marco de referencia de esta era intercultural entra en acción la diplomacia cultural como un enfoque estratégico de la política exterior de un determinado país.
La diplomacia cultural ha venido ganando terreno como complemento a la diplomacia tradicional gracias a un mundo globalizado y se posiciona como una herramienta útil en el marco de un orden político mundial cada día más complejo. Es por ello, que “varios países han optado por la implementación de la comunicación y de todas sus potencialidades de forma colectiva, en donde la cancillería y las embajadas son los principales entes evaluadores de la visión integral que se quiere dar a conocer de un país o nación”. (Montiel, 2010,17-18). Es claro que: “La cultura nunca ha sido tan importante como ahora, en esta época predomina el economicismo, pero los números no deben cobrar ese protagonismo porque las crisis llevan a la frustración de no haber alcanzado los objetivos que plantean las grandes potencias”. (Ruiz, 2017)
Al respecto vale la pena destacatar que: “La mayoría de los Estados son muy conscientes de la importancia del poder suave : muchos de ellos lo han desarrollado hace décadas”. Otras potencias “invierten en ese poder suave con esperanzas de que mejore su posición en el mundo. Dos de las mayores potencias de poder suave en el mundo son Estados Unidos y la Unión Europea. El modelo de vida estadounidense y el enorme alcance de su cultura se han extendido por todo el mundo, hasta el punto en que las referencias culturales de Estados Unidos influyen en muchos países” (Orden Mundial, 2020; Djian, 2004; Laporte, 2006).
Como se afirma en el estudio elaborado por el Observatorio Vasco de la Cultura (2020) “el concepto de diplomacia cultural no es nuevo, es tan antiguo como la propia diplomacia. Todos los sistemas políticos han utilizado la cultura y el arte para mostrarse al exterior e, incluso en algún caso, para imponerse. Lo que diferencia la diplomacia cultural de antes y la actual es su objeto de trabajo. Hoy la diplomacia cultural es mucho más compleja y debe ocuparse de muchos asuntos y más variados. Por ejemplo, “la diplomacia cultural puede encargarse de parte de la promoción exterior de un país; o bien puede utilizarse como parte de la política de cooperación internacional”. Así pues, la diplomacia cultural puede definirse como el conjunto de relaciones que sitúan los valores y los recursos culturales como los elementos centrales para difundir las expresiones culturales de una sociedad o para levantar puentes de diálogo entre personas y pueblos distintos. (Lucía, 2019; Bartra, 2004; Antunes, 2004; Bound, 2007, Laporte, 2016; Laroche, 2008). En suma, la cultura es una herramienta diplomática indispensable para organizar el entendimiento mutuo entre las naciones. Por tanto, la diplomacia cultural es el “intercambio de ideas, información, arte u otros aspectos entre las naciones y sus pueblos con el fin de lograr un entendimiento mutuo” (Cummings, 2003)
México ha conservado su antigua tradición de promotor de la cultura mexicana en el mundo. El objetivo ha sido el de influir positivamente en la opinión pública de los países con el propósito de promover el entendimiento mutuo, aumentar el prestigio de un país y proteger la identidad nacional. Esto se ha desarrollado con la implementación de programas de intercambio cultural, becas, promoción del idioma español, destacar los valores y costumbres por medio de manifestaciones artísticas y culturales. En ese contexto, la diplomacia cultural mexicana (Rodriguez, 2008) ha respondido a las prioridades regionales de política exterior. México ha colaborado al logro de las necesidades internacionales sectoriales de educación y cultura, planteadas en sus respectivos planes nacionales de educación, turismo y cultura, como una oportunidad de fortalecer dichos sectores con la experiencia internacional.
Las relaciones culturales han sido facilitadoras de otros ámbitos de la promoción de México en el exterior, como lo es la promoción turística y la promoción comercial. En el exterior, la difusión de la cultura mexicana se ha llevado a cabo por los sectores culturales de las embajadas, consulados y con el apoyo de empresas públicas o privadas.(Minguella, 2010; Marco y Otero, 2010). A estas instituciones les ha correspondido coordinarse con instituciones culturales extranjeras tales como: universidades, museos, festivales de cine, salas de concierto y teatros. Con tal propósito dichas acciones han foromado parte de programas anuales, comisiones mixtas culturales, programas ejecutivos culturales, etc.En síntesis, la diplomacia cultural se ha convertido en una de las principales herramientas a disposición de la diplomacia pública para cambiar percepciones, romper prejuicios y plantear visiones sobre lo propio. Los objetivos de la diplomacia cultural son a corto, mediano y largo plazo, y por ello requiere de un apoyo público y privado.