Por: Ethel Riquelme.- Una fotografía del Secretario de la Defensa Nacional, Luis Crescencio Sandoval, acompañado por Alfonso Cepeda Salas, Secretario General del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), difundida por redes sociales, lo dice todo. Es un mensaje claro a la Coordinadora y a la propia Elba Esther Gordillo por parte del presidente, quien en la tempranera habló sobre el “uso moderado de la fuerza”.
No hay casualidades. La fotografía en el despacho del titular de la Sedena se acompaña de un comunicado del sindicato que justifica el encuentro para “compartir agendas” sobre los proyectos relacionados con las conmemoraciones del Día del Maestro, del Día de la Bandera, etc. Mero pretexto.
El momento en que se da esa reunión y la difusión de la fotografía es por sí sola elocuente.
El presidente optó por no esperar la primera fila para ver elecciones en el SNTE, quiso operar y de manera tremendamente peligrosa, con el brazo armado de la Nación, la institución con la facultad del “uso legítimo de la fuerza”.
Decidió no dejar sólo en manos del legislativo los acuerdos con la CNTE que, faltando un mes para concluir el periodo ordinario de sesiones, no avizoran una solución a la contra-reforma de la educación, además de que convocar a un periodo extraordinario para atender el tema sería una nueva debilidad del poder ante la fuerza magisterial.
Por lo visto, tampoco ha confiado únicamente en los secretarios de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, y de Educación, Esteban Moctezuma, para solucionar un problema que apenas 24 horas antes advertía que podría dejar como estaba antes de la reforma de Peña Nieto, sin darles a los maestros el manejo de los recursos presupuestales, ni las plazas.
Entre otras, porque incluso para regresar a ese punto es necesario modificar nuevamente la Constitución, incumpliendo un sentido compromiso de campaña.
Pero “subir” al titular de la Sedena al escenario de la lucha política, mediante un evidente “estatequieto” dirigido a la Coordinadora y a la propia Elba Esther Gordillo, que amenazó ya con buscar nuevamente el liderazgo, es un acto extremo del uso de los militares que los dejará dando manotazos en arenas movedizas.
Un símbolo que valida, incluso con la fuerza militar, la dirigencia de Cepeda, no sólo es un grave retroceso a épocas caciquiles y autoritarias del país donde los militares eran los mensajeros y ejecutores de las advertencias y amenazas a los “enemigos” del presidente y su círculo, demerita la nueva formación, ética y actuación de las fuerzas armadas que están bajo la lupa de la sociedad civil y sus organizaciones.
El momento es sumamente delicado. Todos los esfuerzos de la Sedena, Marina y Seguridad Pública se enfocan a la creación, operación y éxito de la Guardia Nacional, conjuntamente con las fuerzas políticas partidistas representadas en el Congreso y cuyo ánimo se encrespó este fin de semana, al enterarse de que López Obrador considera designar a un militar activo en la comandancia de la GN, contrario al carácter civil buscado por el legislativo.
¿Calcula el presidente el impacto de esta tentación? ¿De verdad será capaz de ordenar a las fuerzas armadas una acción contra los manifestantes del magisterio? ¿Empleará otra que no sea la forma jurídica y constitucional contra los que antes fueron sus aliados y hoy sus desafiantes?
O sólo es una bravuconería que terminarán pagando nuevamente las fuerzas castrenses que ayer empezaron a tocar los límites de su “utilidad” en este gobierno.
Urge que sus historiadores recuerden al presidente López Obrador que un general, ex director jurídico de la Sedena y ex Procurador General de la República, renunció a la PGR cuando la orden de Vicente Fox fue manipular expedientes para acelerar un desafuero y fincar responsabilidades al entonces jefe de gobierno de la Ciudad de México. Rafael Macedo de la Concha renunció para evitar torcer la ley contra López Obrador. Hay límites.
